Con frecuencia podemos escuchar en distintos foros que el sobrepeso y la obesidad (1500 millones de personas) constituyen la plaga del siglo XXI. Nada más lejos de la realidad. En el mundo sufren hambre más de 3000 millones de personas, y mueren directa o indirectamente por falta de alimentos más de 10 millones al año (1 persona cada 4 segundos). Desgraciadamente, esas personas malnutridas no pueden realizar ejercicio, es más, en ocasiones prácticamente solo pueden permanecer en estado de reposo. Esto nos muestra que su principal problema no es el gasto energético asociado a una actividad física intensa, sino la falta de un aporte calórico adecuado en su dieta diaria. Estos datos deben tenerse muy en cuenta por médicos y nutricionistas, así como por los propios pacientes obesos y personas con sobrepeso, a la hora de enfrentarse al problema del sobrepeso y/o obesidad. El mensaje que nos envían esos datos a todos, es que el problema del sobrepeso y/o obesidad de los países llamados “más avanzados” es el consumo excesivo de calorías, es decir, una sobrealimentación, de la cual paradójicamente también nosotros morimos prematuramente.
Todos estamos de acuerdo en que dos son los pilares que han de soportar la estrategia para luchar contra el sobrepeso y/o obesidad: alimentación o dieta y ejercicio físico.
Sin duda, la dieta (entendida como una alimentación saludable) es el factor más importante a la hora de abordar el problema del sobrepeso y/o obesidad, como numerosos estudios científicos han mostrado. Esta asunción es compartida por profesionales y pacientes. Entonces, ¿que impide a las personas con sobrepeso o pacientes obesos ingerir menos calorías en su alimentación?, la respuesta no es sencilla, desde luego, ya que cada persona ha de considerarse de manera individualizada, pero me atrevería a asegurar que una vez que la decisión de “perder peso” está tomada, lo que falta es la “fuerza de voluntad” de llevarla a cabo. La consecuencia consciente de esa “falta de fuerza de voluntad”, es la búsqueda de “atajos” (léase dietas milagro) que permitan bajar de peso sin resolver el problema principal, lo que lleva inevitablemente a acumular durante periodos intermitentes más o menos prolongados fracaso tras fracaso y decepción tras decepción, además del desembolso económico que esas “dietas moda” conllevan.
Lo que la gran mayoría de las personas con sobrepeso necesitan, no son dietas, sino reforzar esa falta de “fuerza de voluntad”, es decir, un apoyo psicológico. Así, y en mi opinión, el/la psicólogo/a es el profesional sobre el que ha de pivotar cualquier programa de pérdida de peso. Sin su intervención, será muy complicado, casi imposible para muchas personas mantener un peso corporal adecuado durante toda la vida. En este sentido, todos los profesionales que trabajamos con pacientes obesos y personas con sobrepeso, debemos intentar que nuestros pacientes entiendan lo importante que puede llegar a ser ese apoyo profesional para conseguir los cambios de hábitos suficientes para resolver definitivamente su problema.
También merece algunas reflexiones la recomendación de ejercicio físico en estas personas. La primera consideración a tener en cuenta, y quizás la más importante, es que al perfil tipo de persona con sobrepeso u obesa, no le gusta realizar ejercicio. Esta es la razón principal, casi la única, por la que estas personas llevan en general una vida sedentaria. Por consiguiente, el contenido del programa de ejercicio que diseñe el licenciado en ciencias del deporte en el caso de las personas con sobrepeso, o el fisioterapeuta, en el caso de pacientes obesos, ha de ser atractivo, variado y eficaz. Estos profesionales dispondrán de un tiempo limitado para tratar de hacer sentir al cliente o paciente, que el ejercicio puede y debe ser divertido. Esto hará que la adherencia al programa sea mayor, y que el hábito del ejercicio regular se pueda llegar a conseguir.
La segunda consideración se refiere al tipo o modalidad de ejercicio a desarrollar. Diferentes razones, unas fisiológicas, otras estratégicas, nos hacen posicionarnos hacia un perfil de programa de ejercicio basado en la fuerza. Lo primero, porque distintos estudios han mostrado su efectividad, incluso por encima del ejercicio aeróbico, y en segundo lugar, porque en general es más entretenido y variado, algo muy importante para estas personas. La capacidad de realizar ejercicio aeróbico de obesos o pacientes con sobrepeso es limitada, o muy limitada, y por consiguiente muchos estudios han verificado que su eficacia en la contribución al descenso del peso corporal es escasa. Por otra parte, el ejercicio aeróbico tiende a ser por regla general más monótono, lo que hace que muchas personas abandonen el programa. Así pues, pensamos que para ayudar a reducir la grasa corporal es preferible la realización de programas de fuerza a los llamados genéricamente aeróbicos. En cualquier caso se debe animar a la persona a que realice ejercicio aeróbico, pero no es necesario que sea sistematizado, en general es adecuado situar un objetivo de tiempo semanal (minutos) de actividades aeróbicas, que el paciente podrá realizar cuando y donde quiera, y en los intervalos de tiempo que prefiera.