Aunque en los últimos 20 años se han publicado numerosas evidencias científicas sobre la utilidad del entrenamiento de los músculos respiratorios para mejora del rendimiento deportivo, su utilización no está ni mucho menos generalizada. Todavía hoy cuando se habla de este tema se presenta como “novedad”, lo que significa que este tipo de entrenamiento aún sigue lejos de integrarse como una parte más de los programas de entrenamiento de resistencia aeróbica. Cual es el motivo?
Considerar al sistema pulmonar como un posible limitante del rendimiento aeróbico es la premisa para despertar el interés de entrenadores, médicos del deporte y fisiólogos del ejercicio. ¿Pero como puede la demanda respiratoria contribuir a la limitación del rendimiento? Pues hay dos vías que pueden darse aislada o conjuntamente: (1) limitación de la bomba respiratoria, es decir, fatiga de los músculos inspiratorios; y (2) competencia directa con los músculos locomotores activos por el oxígeno, ocasionando un descenso relativo de su disponibilidad a altas intensidades de ejercicio.
Sobre el primer punto, numerosos estudios han demostrado que ejercicios de resistencia aeróbica y alta intensidad realizados por sujetos entrenados ocasionan fatiga de los músculos inspiradores (hasta un 20%) y en menor medida de los espiradores. Para corroborar estos hallazgos, distintos estudios han demostrado que la fatiga diafragmática se previene al reducir un 50% el trabajo diafragmático utilizando un ventilador mecánico respiratorio, es decir, reduciendo el trabajo de los músculos respiratorios.
En segundo lugar, desde los trabajos de Harms y su grupo en 1997 se conoce como durante el ejercicio aeróbico el territorio muscular respiratorio compite directamente por la sangre oxigenada con los músculos esqueléticos activos. Esto se traduce en uno u otro territorio la fatiga se instaurará antes, entendiendo por fatiga un descenso del rendimiento.
En ambos casos, es evidente que una mejora de la fuerza y de la capacidad aeróbica (eficiencia) de los músculos respiratorios, retrasaría la fatiga de los músculos inspiradores por un lado, y disminuiría la demanda de oxígeno para la misma tensión muscular por otro, hecho que facilitaría una mayor cesión de oxígeno a los músculos locomotores y con ello una mejora del rendimiento aeróbico.
Pues bien, los protocolos de entrenamiento específicos de los músculos respiratorios en sus distintas versiones, han demostrado, especialmente en los músculos inspiradores, una mejora de la fuerza, una mayor eficiencia energética y un retraso de la fatiga después de algunas semanas de entrenamiento. Es decir, adaptaciones musculares que inciden directamente en los limitantes anteriormente enumerados.
No entrenar específicamente los músculos respiratorios en un programa de entrenamiento de resistencia aeróbica, equivale a renunciar sin fundamento a una parte importante de las adaptaciones fisiológicas que van a contribuir a la mejora del rendimiento aeróbico.
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