Nadie duda a estas alturas del interés del ejercicio físico tanto en el aspecto preventivo como en el terapéutico. En este sentido y desde hace algunos años (con muchísimas más dificultades en nuestro país) el ejercicio pasó a considerarse como un apartado más de muchos tratamientos, y también como un factor clave en la prevención primaria de muchas enfermedades crónicas. Al hilo de esta creciente, aunque lenta necesidad, en la prescripción de ejercicio (algo achacable a la deficiente formación médica en este tema), dos perfiles profesionales comienzan a entablar una “lucha velada” por erigirse como protagonista principal de este nuevo escenario: los graduados en fisioterapia y los graduados en ciencias de la a. física y el deporte. Independientemente de la competencia profesional, algo en lo que no voy a entrar en este post, lo que me preocupa realmente, y también debería preocupar aún más a los profesionales anteriormente citados, es la escasa, mal dirigida y casi siempre deficiente formación que en el área de la “actividad física y la salud” reciben en las facultades y/o escuelas universitarias donde se forman o han formado. No es de recibo que un fisioterapeuta no conozca las kettlebells, el manejo de cualquier máquina de una sala de fitness o simplemente elaborar un plan sencillo de entrenamiento de fuerza resistencia; tampoco es de recibo, que un graduado en ciencias del deporte no conozca que es la esclerosis múltiple y sus consecuencias en la realización de ejercicio, los efectos secundarios de los fármacos que se le prescriben a un paciente post-infarto agudo de miocardio, o simplemente como responde la frecuencia cardiaca en un trasplantado de corazón. Ambos profesionales tienen, en mi opinión, carencias muy importantes de formación, no achacables a ellos sino a la formación que reciben o han recibido. La implantación de los nuevos planes de estudio fue una oportunidad única para tratar de “actualizar” la formación de estos profesionales en función de la demanda sanitaria y social de aplicar ejercicio físico de forma preventiva o terapéutica, aparcando definitivamente ideas caducas y trasnochadas. Sin embargo, mucho me temo que muchos graduados deben auto-formarse derrochando ilusión y muchas ganas de aprender, algo que no asegura la mejor praxis ni para unos, ni para otros. Tengo la esperanza de que ambos profesionales, lejos de caer en la fácil tentación de “pelearse” por clientes/pacientes, sean más inteligentes y complementen sus conocimientos en un trabajo real de equipo. Ojala.
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