Esta es una cuestión que posibilita debates muy interesantes entre cardiólogos, fisiólogos del ejercicio, médicos del deporte, entrenadores y los propios atletas. Para centrar el debate vamos a situarlo en el escenario del deporte de resistencia aeróbica y en mayores de 50 años. Resaltemos dos aspectos interesantes: 1) prácticamente todos los animales descienden espontáneamente su actividad (tanto en intensidad como en duración) con el paso de los años, sin embargo algunos deportistas (humanos de más de 50 años, por poner un límite) mantienen o incluso aumentan los niveles de intensidad; y 2) nuestros ancestros siempre hicieron ejercicio de baja y alta intensidad, y generalmente hasta su muerte; claro que morían a los 30 años. Ahora nosotros vivimos 90 años y nuestros sistemas fisiológicos quizás no estén funcionalmente preparados para soportar ejercicios de muy alta intensidad de manera saludable. Pondré un ejemplo, nuestro corazón, de manera fisiológica, sufre una transformación con los años (igual que el resto del organismo) perdiendo o transformando fibras elásticas por tejido más fibroso. Esto significa que la compliance desciende (cuesta más llenar pasivamente el corazón), por lo que la aurícula ha de contribuir más en el llevado activo del ventrículo en cada ciclo cardiaco (más trabajo auricular). Y en esas condiciones, el maratoniano de 55 años, corre 90 km a la semana, y hace series de miles (en fase III), e intenta mejorar jugando lo que puede con la intensidad, la frecuencia y la duración de los entrenamientos. En estas condiciones la aurícula está siendo estresada de manera muy importante. ¿Es posible que estas condiciones puedan provocar a la larga en algunos deportistas master alteraciones eléctricas en el corazón (fibrilación auricular) por ejemplo?. Solo he querido mostrar un aspecto parcial de este debate, que espero interese, especialmente a los que ya hemos pasado los 50.
Quizás lo que debamos plantearnos, no es tanto desaconsejar el deporte de competición en los master, sino incidir más en los controles de prevención, con una mayor frecuencia y profundidad de los reconocimientos médico-deportivos. Para mí, ese debería ser el mensaje.
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