El ejercicio aeróbico es una indicación para prevenir la hipertensión arterial, si bien alrededor del 25% de las personas obtienen mínimos beneficios antihipertensivos del entrenamiento físico a largo plazo. Los motivos por los que esas personas no obtienen los beneficios esperados no son conocidos, por los que la identificación de esos “no respondedores” es importante, con el fin de tratar de utilizar estrategias terapéuticas diferentes. Investigadores de la Universidad de Toronto han publicado un interesante estudio (Liu y col, 2012; Med Sci Sports Exerc 44: 1644) en el que trataban de identificar a los “no respondedores” al ejercicio, correlacionando la magnitud del descenso de la presión arterial (PA) después de una sesión de ejercicio aislada (respuesta), con la magnitud de descenso de la PA al ejercicio crónico (adaptación). Participaron 17 sujetos pre-hipertensos (120-139 mmHg PAS – 80-89 mmHg PAD) que realizaron una sesión de ejercicio agudo, seguida de un programa de 8 semanas de ejercicio (4 días por semana, 30 min/día al 65% VO2max de carrera/caminar/trote). Los resultados mostraron una reducción de la PA al ejercicio agudo (30 min 65% VO2max), que se correlacionó significativamente con el descenso de la PA después de las 8 semanas de entrenamiento (r = o,89). De tal manera que los mayores descensos de la PA al ejercicio agudo se correspondían con mayores descensos al entrenamiento, y a la inversa. Según este estudio una escasa reducción de la PA a una sesión de ejercicio aeróbico, identifica de alguna manera a los “no respondedores” a los programas de ejercicio habituales diseñados para tratar los estados “pre-hipertensos” e hipertensos.
Interesantes resultados que nos pueden ayudar en las pruebas médicas funcionales iniciales (pruebas de esfuerzo) en pacientes pre-hipertensos, a prever la eficacia del ejercicio a largo plazo en estos pacientes.
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