La obesidad es una enfermedad crónica de origen multifactorial, con una elevada prevalencia en nuestra sociedad, y que forma parte del
síndrome metabólico. Padecer obesidad predispone para desarrollar diferentes enfermedades, en especial, cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, apnea del sueño, ictus, algunos tipos de cáncer, así como trastornos dermatológicos o gastrointestinales.
En particular, la obesidad se asocia con frecuencia con complicaciones cardiovasculares, como la hipertensión arterial, la enfermedad isquémica o el ictus, por lo que hoy en día al paciente obeso se le puede considerar un paciente cardiológico.
El ejercicio físico está indicado en estos pacientes como parte de la estrategia multifactorial de abordaje en esta enfermedad, tal y como han confirmado numerosos estudios, y hoy en día todos los profesionales relacionados con la medicina y el ejercicio físico, reconocemos su utilidad. Sin embargo, con frecuencia la prescripción de ejercicio en estos pacientes se frivoliza en cierta manera, asumiendo incluso competencias que no corresponden.
Un paciente obeso, no es simplemente una persona con elevado sobrepeso, sino tal y como hemos señalado anteriormente es un paciente cardiológico a todos los efectos; la posición de paciente y las alteraciones fisiopatológicas que conlleva su enfermedad condiciona la prescripción de ejercicio desde distintas perspectivas:
La obesidad se asocia a un estado de sobreexcitación simpático-adrenal, tal y como ocurre en los pacientes que padecen insuficiencia cardiaca crónica. La resistencia a la insulina y la hiperinsulinemia asociada, así como el exceso de grasa corporal parecen relacionarse con el aumento de excitabilidad simpático-adrenal. También el aumento de las concentraciones séricas de leptina en estos pacientes, contribuyen al aumento de actividad simpática. Esta alteración fisiopatológica condiciona la intensidad de ejercicio aeróbico y también de fuerza recomendable para estos pacientes. Prescribir ejercicio aeróbico por encima del umbral aeróbico (denominado anaeróbico por los clínicos), no está en principio indicado en estos pacientes, lo que obliga a su determinación en una prueba de esfuerzo previa, antes de prescribir intensidad de ejercicio aeróbico. Con el entrenamiento de la fuerza, ocurriría algo similar.
Teniendo en cuenta la condición física de los obesos, y las limitaciones de movilidad inherentes a su exceso de grasa corporal, todos los estudios indican que el ejercicio (entrenamiento) de fuerza muscular, es más efectivo que el clásico planteamiento de ejercicio aeróbico para ayudar a estos pacientes a perder grasa corporal con el ejercicio. Así pues, sin descartar el ejercicio aeróbico (siempre controlando la intensidad), el entrenamiento de fuerza debería ser protagonista.
En relación a la prescripción de ejercicio y al desarrollo de los programas, deben ser el médico (en la prescripción) y el fisioterapeuta (en el desarrollo del programa), los profesionales que atiendan a estos pacientes. Por su condición de paciente, y por las características fisiopatológicas de su enfermedad, estos pacientes deben estar al cuidado de profesionales sanitarios en todo momento.